Esa necesidad de escribir sobre todo, de expresar mi opinión personal de algo pero utilizando siempre las letras para hacerlo, me hace cada vez más vulnerable a la vida. Vulnerable no siempre implica correr riesgos desfavorables, esta vez el sentido de la palabra cambia radicalmente, porque estar inspirado todo el tiempo me obliga a percibir muchos de los acontecimientos cotidianos de manera subjetiva y creativa.
¿será una mala costumbre? quien sabe. Quizá sea únicamente un latido vocacional que me invita siempre a estar creando, a cambiar el mundo desde el más remoto pero relativo silencio, una llamarada de emociones que pelean entre sí para lograr protagonismo y llevarme a sentir la vida como un todo múltiple.
Es un placer, el mayor de todos, el único placer que, después de cometido, me libera de culpas y remordimientos. Una habilidad, pero también un don, una pasión, una vocación, un pecado tal vez, o una maldición. Sea lo que sea, es mi necesidad más constante, probablemente mi deber.