Hablemos sobre un tema del que todos hablan últimamente, pero no todos entienden: La discriminación.
Los conceptos que existen sobre este tema podrían ser subjetivos, pero todas aquellas teorías parten de una realidad, de una base inamovible, algo que impide cualquier alteración en lo que realmente implica. La discriminación es abstenerse de admitir cualquier variación, imperfección o diversificación de elementos a los que asumimos como perfectos e incorruptibles; Esto visto desde la acción.
Me resulta pertinente expresar mi opinión sobre esto, en ejercicio de la libertad de expresión, el derecho del que todos los seres humanos sabemos, pero pocos gozamos. Discriminar no resulta menos absurdo que creer que cuando llueve es porque los santos están llorando, discriminar es repetir una conducta basada en desconocimiento, un desconocimiento que provoca actuar sin el más mínimo criterio o simplemente sin la oportunidad de pensar críticamente sobre lo que hacemos. Por eso es para mí un mal heredado, algo que mucha gente hace porque sus antepasados lo hicieron, porque aquello era lo correcto y hacer lo que entonces era correcto resulta apropiado. ¿Acaso es sensato? no, y ni siquiera resulta Justo.
El suicidio es la consecuencia más contundente y visible, provocada por pensamientos obsoletos y carentes de justificación, y supongo que es importante resaltar que un suicidio provocado no deja de ser un crimen, uno de los peores precisamente.
El mundo de hoy se viste de resistencia, cada vez el pensamiento humano evoluciona al darse cuenta de que algunos procederes son incoherentes, y descubre que hay mejores cosas, más y mejores cosas. Que el planeta no está a blanco y negro, que la orientación sexual no es una decisión, que las diferentes razas enriquecen nuestra esencia, que vivimos todos bajo el mismo techo.