El silencio es ensordecedor, permanente, punzante. Se materializa sutilmente, camuflado entre risas estrepitosas y un engañoso semblante.
Las voces de alrededor se convierten en puntas de flechas, que amenazantes apuntan con dirección al alma, a las virtudes, a los misterios. Voces que se llaman criterio propio, que encuentran cuestionable todo lo externo pero inmutable lo interno, que conciben como perfectas sus percepciones y se aferran a la costumbre para ocultar el verdadero tono que las viste. Así, por un miedo a lo que aun no es visto se perpetúa la infelicidad y, el ser en negación, es sometido por mano propia a las miserables apariencias.
un rostro feliz que oculta tristeza y risas por doquier que maquillan amargas lagrimas. Manos estrechadas en señal de lealtad, que realmente son como pactos con la deshonestidad.
cuenta deshonra hay en los ojos de quienes prefieren juzgar por terror a ser juzgados, porque lavan sus manos en el mismo fango pestilente al que escupen de vez en cuando y que otras veces prefieren evitar. Es como recoger piedras para lanzarlas contra el espejo. Es la negación como principio, y es aun mas lastimero admitir que los principios son pocas veces mutables.