La noche los había alcanzado rápido en una
conversación eterna.
–Mamá, el hombre que flota dice que mientes.
También dice que está aquí por ti.
Marta sintió como se erizaba su piel al
escuchar las aterradoras palabras de su hijo. El hombre que flota no era
alguien visible para ella, solo su hijo
de seis años, Sam, podía verlo y escucharlo. Sin embargo, ella sabía que
era real. No todas las cosas visibles son reales, pensaba. Tal vez mi hijo tiene
un amigo imaginario o por alguna razón la naturaleza lo haya dotado de un don
especial.
—Dime, Sam. ¿Ese hombre que flota es malo?
La pregunta surgió de la nada, aunque
realmente era producto del interés de Marta por saber más respecto al ser al
que ella no podía ver. Tenía miedo, pero no por ella. Su instinto de madre la
obligaba a creer que su hijo, a pesar de todo, estaba corriendo un riesgo
notable.
—No lo es— respondió Sam —Él solo te sigue a
todas partes.
Marta abrió los ojos de par en par. ¿Qué era
todo aquello? ¿Acaso aquel ser se trataba de algún espíritu malvado o quizá era
simplemente su ángel de la guarda?
—Sam… ¿Ese hombre te ha hecho daño alguna vez?
—No, no. Él no hace nada malo, mamá. A él le
gusta jugar conmigo. Anoche jugamos a matar cucarachas, pero yo no quise jugar
más porque dijo que tú eras la reina y que si yo te mataba entonces ganaría el
juego. Yo no quiero que mueras, mami.
Marta se estremeció y envolvió a Sam en un
apretado abrazo. Ahora estaba segura de que aquello no era un ángel, o por lo
menos no uno bueno.
—Mami, El hombre que flota está detrás de ti y
está diciendo cosas.
Marta no lo liberaba del abrazo de serpiente
como solía llamarlo. Pero sus ojos estaban perplejos y su cuerpo temblaba
agresivamente.
—¿Qué dice… Sam?— la pregunta fue casi
inaudible para el pequeño.
—Mami, El hombre que flota está enojado... ya
no me gusta. Él no quería que yo te hablara de nuestros juegos. ¡Vete hombre
que flotas, Vete! Ya no quiero ser tu amigo— El pequeño se aferró a la espalda
de Marta y apretó los ojos mientras repetía una y otra vez la palabra
"Vete".
Marta giró lenta mente su cabeza, con la
esperanza de no encontrar nada detrás de él y, para su desgracia, lo que vio la
paralizó del miedo. Era un hombre alto, de tez pálida y ojos completamente
negros. Tenía la frente tan fruncida que las arrugas que formaba entre sus cejas
parecían heridas profundas. Algo maligno había en aquel ser que carecía de
piernas y cuya figura estaba únicamente compuesta por tronco, brazos y cabeza.
Su piel daba la impresión de estar putrefacta y su boca era una sonrisa
perfecta al revés.
—Maldita, maldita, maldita…
El espectro la maldecía sin reparo alguno y su
voz era como un estruendo compuesto por muchas otras voces, áspera, cansada,
agonizante, terrorífica.
Marta recibió un impulso repentino que la armó
de fuerzas para cargar a su hijo y correr despavorida del lugar. Mientras
corría nunca miró atrás, para ella solo existía la necesidad de correr a
doquier, correr sin detenerse, correr aunque no tuviera rumbo alguno, pero a un
par de kilómetros o menos fue doblegada
por el cansancio y se detuvo. No hablaba y Sam solo lloraba al ver el terror
dibujado en el rostro de su madre.
Cuando Marta lo bajó de sus brazos, este la
miró con aquella inocencia que precede a una importante pregunta.
—Mami, ¿Por qué corremos? El hombre que flota
fue más veloz que tú. Mira— y levantó su brazo para señalar hacia un arbusto
lejano.
Ahí estaba, esta vez sonriente. Pero su
sonrisa no era para nada amistosa, más bien era una transfiguración de su
naturaleza, un gesto forzado, fingido.
Marta empezó a gritar entre sollozos y de imprevisto cosas que Sam no
podía entender.
—¡Vete! ¡Merecías morir! ¡Déjanos en paz, deja
a nuestro hijo en paz! ¡Jamás vuelvas a aparecerte ante nosotros, desgraciado!
¡lo merecías!..
El espectro, en un frenético movimiento
facial, respondió con un profundo y
estruendoso "No" que acalló la voz de Marta y provocó que Sam cayera
al suelo desmayado.
Después del acontecimiento Marta y Sam han tenido que aprender a convivir con la maldad materializada en el hombre que flota y la muerte los persigue desde entonces. Cada persona a la que alguno de los dos le cuenta respecto al espíritu muere fatalmente.
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